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miércoles, 16 de agosto de 2023

EL ARAGUATO DE CAÑO EL DIABLO

 



Autor: Hugo Arana Páez

A finales del siglo XIX, José González, a quien apodaban Chepito, vivía con su madre en la población de Caño el Diablo, situada entre Uverito y Guayabal, al sur del Estado Guárico, donde el joven tenía un ranchito en medio de un conuquito, donde sembraba frijoles, maíz, auyamas, caña de azúcar, yuca, cambures y topochos; mientras su madre, cultivaba un bonito jardín y una troja donde sembraba ajíes, cebollín, cilantro de monte; asimismo matas medicinales como: brusca, zábila y yerbabuena; por cierto, no faltaba una mata de limón y hasta una aromática matica de orégano para aderezar las carnes; también, la buena señora criaba cochinos, gallinas, pavos, pollos, patos y guineos, de tal manera, que en aquel hogar no faltaba nada, por cuanto, el conuquito y el tesonero trabajo del muchacho y su madre garantizaban la existencia de aquellos seres.

   Chepito era un joven parrandero, cantador, bailador, maraquero, jugador de dados, barajas, bolas criollas, gallos, coleador y enamorado, pero también era un excelente peón de sabana, buen cabestrero, ordeñador, quesero, castrador de toros cimarrones, amansador de potros cerreros y de novillas recién paridas, además conocía las artes del garrote.

El muchacho no se perdía un parrando en Camaguán, La Negra, Uverito, Guayabal, San Fernando y hasta Cazorla, adonde se iba cantando en lomos de su caballo Quiebracacho; por maleta llevaba un Saco maletero atestado de una muda de ropa, un chinchorro y un par de alpargatas nuevas Pascuenses o Villacuranas; por compañeros: un cuatro, una bandola, un par de maracas. Siempre se le veía atravesando matorrales, varotales, chiribitales, garrapatales, guaritotales y medanales; por allí andaba esguazando caños y esteros; por compañeros, el escapulario de la Virgen del Carmen, La Magnifica y como decía Alberto Arvelo Torrealba, con el Silbo y la tonada en los labios…ja, ja, ja.  

Era la tarde de un sábado del mes de septiembre, cuando pasó por Caño el Diablo, un hatajo de mujeres rumbo a Guayabal. Iban sonrientes, pintadas las mejillas de onoto y luciendo unas faldas bien floreadas y en el pelo una rosa, otras llevaban una cayena; las acompañaban unos muchachos elegantemente ensombrerados y luciendo orgullosos sus liquiliques blancos bien planchados, quienes al ver a Chepito se le acercaron:

-¡Buenas! Cómo estas Chepito, qué jaces ahí bregando hoy sábado

-¡Gua! el que no pila no come arepa…ja, ja, ja.

Contestó jocoso el joven.  

-¿Acaso no sabes que hoy es treinta de septiembre, día de San Gerónimo y en su memoria se celebran las fiestas patronales de Guayabal?

Atinó a expresarle una de las muchachas

-No sabía nada…

Al instante, otra de las tercias le espetó.

-Bueno chico y cómo es eso que tú, siendo tan parrandero no sabes cuándo son las fiestas patronales de Guayabal, no jile contigo.

-No que va, lo que pasa es que yo no estoy pendiente de las fiestas de los curas, ellos allá en la iglesia con su rezadera y después a salí en procesión por las calles cargando el santo con ese solazo; no que va, yo estoy pendiente es de las fiestas, de los gallos, los toros y después di a baila con mujeres bonitas como ustedes….ja, ja, ja.

-¿Bueno y entonces por qué no te vienes con nosotras?

-Ah bueno, si así es la vaina ya me voy a emperifollá pa´ dime detrás de ustedes.

-Tú lo que estas es loco yo no soy gallina pa´ está cargando pollos atrás de mi…ja, ja, ja.

Dijo una de las sonrientes muchachas.

-Cuenten con eso ya me voy a prepará pa´ di pa´ allá; seguro que voy, yo no me pierdo esas fiestas de Guayabal.

-¡Te esperamos Chepito!

Desde el jardín, Dona Juanita de González, observaba a las jóvenes conversando animadamente con su hijo. Mascullando las palabras la buena señora decía.

-Ya están las parranderas esas, sonsacando a mi muchacho, es que no lo dejan trabajá y tanto que hay que jacé aquí, no jile y tené que vení esas sin oficio a sonsacarlo.

En ese instante, llegó Chepito adonde estaba Doña Juanita, quien afanosa con su mano de pilón, pisaba un salón de chigüire sancochado. El muchacho, al verla ocupada en esa tarea, le preguntó.

-¿Vieja qué le pasa? ¿Qué está con esa cara amarrada, qué le he hecho?

-A mí no me pasa nada. No vas a sabé tú lo qué me pasa. A mí lo que me da es rabia con esas locas que no te dejan trabajá, vienen a sonsacarte y que dejes lo que estás haciendo pa´ dite con ellas a parrandeá y quién sabe hasta cuándo.

-Bueno vieja, hoy es sábado y son las fiestas patronales de Guayabal y yo no me las voy a perder, usted debería de dice conmigo pa´ que vaya a la misa y a la procesión de San Gerónimo.

-Si como nié, yo no puedo di a esas fiestas, porque en primer lugar quién va a cuidá la casa, con tanto lambucio que ahí rondado por aquí. Tú sabes que no se pueden dejá las casas solas y en segundo lugar, sabiendo cómo eres, vas y me tiras en la iglesia y de ahí no te vuelvo a vé más ¡Vaya usted si quiere!

-¡Bueno vieja no se me alebreste, que antes de dime quiero pedile un favor!

-Yo sé cuál es ese favor que me vas a pedí.

-¿No me diga que usted ahora es adivina?

-¡Qué adivina del carajo voy a sé, lo que pasa es que yo te conozco muy bien! ¿Bueno y qué es lo que quieres?

-¡Gua vieja! Por qué no me plancha el liquilique. Usté, sabe que tengo que dí pa´ allá, porque yo les dí mi palabra a esas mujeres y no puedo despreciá la invitación que me hicieron las pobrecitas.

-¡Claro, que son unas pobrecitas! ¡Unas pobrecitas diablas! Yo sé que vas a di, no te conociera yo, que no puedes vé un palo de escoba porque ahí te enamoras y te fajas a bailá más que un trompó en Semana Santa. Es que tú eres igualito al finao de tú papa…je, je, je.

-Si vieja, tiene razón, la culpa de que yo sea tan parrandero es de él, a quien Dios tenga en su gloria.

-Bueno, mejor te vas a bañá, ahorita mismo que yo te voy a planchá tu liquilique para que te acabes de dí de una vez y me dejes en paz.

Entusiasmado, Chepito, fue al potrero a buscar al noble Quiebracacho, al que bañó y le dio de comer unos granos de maíz. Mientras el bruto saboreaba los granos, el joven le colocaba los aperos y la lustrosa silla Chocontana.

Después de bañarse, el parrandero se calzó su par de alpargatas nuevas Villacuranas, se encasquetó el liquilique, se terció la faja de donde colgó la vaina del punta e´ lanza, le sacudió el polvo al pelo e´ guama negro y a ambos lados de la silla colgó el cuatro y la bandola y en las alforjas metió las maracas; por último, con el garrote en las manos, se montó sobre la bestia.

-¡Vámonos Quiebracacho que San Gerónimo nos espera! 

Desde el patio, Doña Juanita le espetó.

-¡No metas a San Gerónimo en esa vaina, porque las que te esperan son las locas esas que vinieron a sonsacarte!

-¡Ay mamá usted si piensa mal!

-¡No conoceré yo a esas parranderas y no te conoceré a ti como a caballo bueno pa´ enamorate de cualquier palo de escoba…ja, ja, ja! Mira hijo a pesar de todo, te encomiendo a Dios, a la Virgen del Carmen y a San Gerónimo para que te cuiden; también quiero aconsejarte que no vayas a venir tan tarde, porque tú sabes que vas a pasar por la Mata del Araguato, donde vive un mono de esos y dicen que ese bicho es malo, porque y que es un espíritu maligno que a más de uno de esos parranderos como tú, al pasar a medianoche por ahí se les aparece, los vuelve locos y los convierte en araguato pa´ toa la vida.

Caracoleando el caballo frente a la vivienda, el joven tarambana le respondió a la madre.

-No se preocupe vieja, que yo voy a vení temprano, lo que voy es a echar una miraíta a los toros, unas apostaítas a los gallos, una bailaíta, unos traguitos, a mové los capachos y una cantaíta más na.

-¡Menos mal que no vas a jacé más na…ja, ja, ja!

Respondió Dona Juanita

-Lo que te digo, es que no te olvides de venite temprano, porque tienes que pasar por la Mata del Araguato y no vaya a sé que ese bicho te ponga a loquear y te vuelva un araguato.

-¡Ah vieja! ¿Usted va a está creyendo en esas pendejadas?

Entusiasmado, el joven le asestó un fuerte chaparrazo a la briosa y bien adiestrada bestia.

-¡Arranca Quiebracacho que se nos jace tarde! -¡Vamos Quiebracacho que Guayabal nos espera!

 Raudo a todo galope Chepito y Quiebracacho, se marcharon rumbo a San Gerónimo de Guayabal, devorando el empolvado camino.

Al llegar al poblado, el hombre observó la alegría de un pueblo enfiestado; dondequiera había un tarantín vendiendo comidas, aguardiente y sobre todo la presencia de mujeres como humo. Pero ya el mozo se había fijado el propósito de asistir a la gallera, donde casaría sus apuestas y se haría de unos reales; después de desbancar a los avezados galleros, se fue a tirar unas partidas de dado y unas manos de Ajiley, donde también desbanco a los tahúres. Con los bolsillos llenos de relucientes pachanos y morocotas, se fue a los toros, donde se hallaban las bonitas muchachas que lo habían invitado allá en Caño el Diablo y quienes sonrientes lo recibieron. 

-¡Cónchale Chepito! Al fin llegaste, desde jace rato te estábamos esperando pa´ dí a bailá y a escuchate cantá.

Le saludó la más hermosa del grupo

-¡Sí! Yo llegué temprano, lo que pasa es que me fui a jacé unas apuestas en los gallos, en los daos y en las barajas.

-¡Es que tú no puedes está sin esa jugadera…

Le espetó otra de las mujeres

-¡No que va! Si supieras, a mí no me gusta está en esos rebullicios, lo que pasa es que de ahí es donde saco los reales pa´ brindalas a ustedes…ja, ja, ja.

Metiendo las manos en los bolsillos, Chepito extrajo un lote de relucientes Pachanos y Morocotas, queriendo decirles que andaba con los bolsillos atapuzaos de apetecidas, relucientes y doradas monedas.

-Bueno muchachas la cosa va a está bien buena, porque con esa rialá, Chepito nos va a brindá hasta dejanos bien jartas de caña y comía…ja, ja, ja.

Manifestó una de las jóvenes a sus compañeras 

-¡Seguro que asi será mis amores!

Expresó el parrandero. Al fin la fiesta de los toros finalizó, la reina entregó los trofeos a los ganadores y cada quien agarró su cachachá.

-Bueno Chepito, ya son las siete de la noche, qué vamos a jacé, ya aquí no hay más ná que vé.

Comentó una de las mujeres

-No se preocupen que precisamente yo vine a vé los toros y a invitalas a la cantina de Don Catalino Palma, donde va a habé carne asá y arpa toa la noche. Así que vamos pa allá.

En la grupa montó a la más bonita.

-MI amor, agárrate duro de mí, porque Quiebracacho es muy brioso y no vaya a sé que te tumbe.

-¿No será Chepito, que tú lo que quieres es que te abrace y estas echándole la culpa al pobre Quiebracacho…ja, ja, ja?

En el centro del pueblo estaba El Jardín de Don Catalino, un bonito y amplio botiquín, propiedad de Catalino Palma, un viejo peón de sabana, metido a cantinero; por cierto, cuentan los asiduos visitantes, que él le puso ese nombre porque a ese sitio asistían las mujeres más bellas del sur del Guárico. 

En El Jardín de Don Catalino, Chepito, brindó a todo el mundo, tocó maracas, cuatro, canto, bailó, bebió, comió hasta hartarse y enamoró a cuanto palo de escoba se le puso por delante. Mientras que afuera el paciente y noble Quiebracacho, resignado lo esperaba.

Era bien entrada la noche y Chepito, seguía gozando un puyero, cuando repentinamente, escuchó el tañer de tres sonoras campanadas, anunciando la hora, fueron tres sonoros campanazos que desde la iglesia indicaban que era el momento en que el tarambana debía marcharse para su vivienda, donde preocupada, lo esperaba Doña Juanita. Pero más preocupado estaba él, por cuanto a esa hora debía pasar por la Mata del Araguato, donde seguramente lo esperaba El Maligno, vestido de araguato.

-¡Qué vaina! Ahora que la fiesta está bien buena tengo que dime. No jile, es que el tiempo pasa rapidito.

Sin pensarlo dos veces, el muchacho salió a la calle, donde somnoliento lo esperaba el fiel y paciente Quiebracacho.

-¡Vamos amigo! La fiesta está bien buena, pero tenemos que dinos porque la vieja nos espera y ya son las tres de la madrugada y tengo que pasá por la Mata del Araguato y no vaya a sé que ese bicho nos vaya a espantá.

Bien comido, bien bebido, bien cansado, bien sudado, bien borracho y bien limpio iba el hombre por el solitario Camino Real, andaba al pasitrote en lomos de Quiebracacho.

 Eran las tres y media de la madrugada cuando al fin los amigos llegaron a la Mata del Araguato, que como todas las matas del llano, representa un agradable microclima y donde una límpida laguna invita al descanso. El acalorado borracho al ver las cristalinas aguas se detuvo; como pudo, se apeó del caballo, se quitó el sombrero, lo guindó de una rama de uvero; sediento se agachó a tomar agua y a lavarse la cara; a su lado estaba Quiebracacho, atragantándose de tragos y más tragos de agua. Estando en esos menesteres, bajó de las ramas de un frondoso samán, un enorme araguato, el cual agarró el sombrero y se lo colocó en la cabeza y ágilmente el ensombrerado mono se subió a los copos del añejo árbol. Más temprano que tarde, al borracho se le pasó la rasca y comenzó a insultar al animal y a lanzarle terrones y pedazos de ramas que encontraba en el suelo a ver si el bicho largaba el sombrero y nada que aflojara la prenda; por fin, uno de los terrones logró golpear al mono ensombrerado y éste atinó a caer encima de Quiebracacho, quien sorprendido por tan extraño jinete, pegó la carrera rumbo a Caño el Diablo. Por la sabana, andaba al galope con su raro jinete encima. Con los primeros rayos del sol aparecieron en la casa caballo y “jinete”. En el patio, Doña Juanita, regaba las matas, al ver a Quiebracacho con el araguato ensombrerado, pensó que seguramente era su hijo, quien se detuvo en la espantosa mata y allí el simio lo embrujó y lo convirtió en araguato. No había duda, de que ese mono era su hijo.   

   -Si llegó sobre Quiebracacho y con el sombrero de Chepito, ese animal no es otro que mi hijo!

Razonaba la buena señora, quien presurosa, abrazaba y besaba al simio, mientras angustiada expresaba.

-¡Que vaina hijo! El araguato te encantó y mira en lo que te ha convertido, en un feo araguato, pero no importa así te quiero yo y vengase conmigo que le voy a dar un tetero de leche de vaca, porque seguro que debes estar trancío del hambre.

Doña Juanita se acostó con el araguato ensombrerado en un chinchorro que estaba colgado en el patio debajo de una mata de mamón. La buena señora, con el simio en su regazo, cantaba y se mecía, mientras el mono felizmente se hartaba de leche.     

-¡Coma hijo! Seguro que estás muerto de hambre, beba bastante, que ya le voy a prepará otro tetero. No se preocupe, que yo no lo voy a dejá morí.

Mientras que en la Mata del araguato, Chepito, insultaba al animal, por haberle robado su pelo e´ guama y haberle espantado a Quiebracacho.

-Por culpa de ese araguato, me he quedao sin sombrero y varao en esta mata, tendré que dime a pie hasta Caño el Diablo, no jile, que vaina me echó ese animal.      

Así, el infeliz borrachón tuvo que emprender el camino a pie rumbo a su casa. Se le miraba atravesando, chiribitales, pajonales, charcos, garrapatales, guaritotales, rastrojales y medanales. Al fin, después de tres horas de andar incesante, llegó al patio de la casa extenuado, embarrialao, sudoroso y más caliente que plancha en lavandería de chino y extrañado vio a la madre meciéndose y cantando de lo más feliz.

-¿Qué le pasará a mi mamá? ¿Qué está canta que canta?

Al acercarse al chinchorro se percató que en el regazo de Doña Juanita, estaba el araguato ensombrerado y bebiendo leche de lo más tranquilo…ja, ja, ja.    

-¿Mamá y es que usted está loca? ¿Qué hace usted con ese piazo de araguato encima?

Sorprendida, la buena de Doña Juanita, de un manotazo lanzó al mono contra el piso a la vez que intrigada se levantó del chinchorro.

-¿Hijo eres tú?

-¡Gua mamá! ¿Quién más va a sé? ¿Ahora no me conoce? ¡Soy tu hijo Chepito!

-Ay hijo, menos mal que eres tú y gracias a Dios que estás sano y salvo. Yo creí que al pasar por la Mata del araguato, el bicho ese te convirtió en araguato y por eso lo mecía y le daba leche.

Emocionada, la madre abrazó al muchacho, mientras que el araguato cogió el monte rumbo a su mata.

Chepito le contó a la buena e ingenua señora lo que le había acontecido por culpa del araguato y el trabajo que había pasado para poder llegar a la casa.

-¡Ay hijo, cómo me duele verte así, descalzo, to embarrialao, lleno de ronchas, colorao, sudao y muerto de hambre!


-Si mamá, por culpa de ese bicho tuve que atravesá espineros, pasá charcos de barro hasta la rodilla, el plaguero esguazándome a pico y las garrapatas chupándome la sangre, no jile, vieja, usté no sabe el trabajo que pasé por culpa de ese bicho y de paso, muerto del hambre.

-No se preocupe hijo que ahí le tengo un pisillo de chigüire con arroz, frijoles y tajadas fritas y por cierto, lo que soy yo, desde hoy no voy a estar creyendo más en espantos, porque por estar haciéndole caso a esas pendejadas, el araguato se bebió toa la leche que tenía pa jace un queso y una mantequilla. 

-¡Yo se lo decía vieja que no creyera en eso!

Después de bañarse y comer, madre e hijo se acostaron en el chinchorro y entre mecida y mecida, sorpresivamente, Chepito, le pregunta a Doña Juanita.

-¿Mamá y no me vas a dá un tetero de leche?

-¿Tú como que quieres que te de un manotazo y te lance al suelo como le hice al araguato?

-¡Es una broma, vieja! ¿Ah y por cierto, dónde está mi sombrero?

-Ay hijo, ese pelo e´ guama se lo llevó ese bicho.

-¿Así es la vaina, vieja? Lo que soy yo mañana bien tempranito me voy pa´ la Mata del araguato a matá a ese mono.

-¡No hijo ¡no vayas pa´ allá, no vaya a sé que te pase algo peor.

-Si es verdad, vieja, vamos a déjalo de ese tamaño y que el qué pase por allí, crea que ese araguato soy yo…ja, ja, ja.

Ese día, madre e´ hijo, pasaron la mañana meciéndose y riéndose de las travesuras del ARAGUATO DE CAÑO EL DIABLO…ja, ja, ja.

sábado, 29 de julio de 2023

EL DESCABEZADO DE SABANETA

 

Fotomontaje: Orlando Nieves 

Autor: Mercedes Franco

En el estado Barinas hay una alegre población, llena de encanto y tradiciones. Se trata de Sabaneta fiel representante de la típica hospitalidad llanera. Suena en cada casa el cuatro, desgajando sus arpegios, y sonríen las más bellas muchachas. Pero en las noches sin luna, una misteriosa leyenda recorre las calles de Sabaneta. Afuera sopla el barinés, y su voz poderosa quiebra la soledad de la sabana, como un lamento espectral.

Desde los tiempos de la colonia se conoce la historia del “Descabezado de Sabaneta”. Muchos dicen que se trata de un hombre que murió decapitado en una pelea de machete, por una bella mujer. Desde entonces su alma doliente vaga por los alrededores, buscando la cabeza que perdió en aquel duelo, hace más de medio siglo. Hasta no hace mucho existió a las afuera de Sabaneta una vieja hacienda colonial. Se dice que allí era donde aparecía con mayor frecuencia el “descabezado”. Se paseaba por los amplios corredores y aterrorizaba a los extraños, cuando se les acercaba tratando de indagar si alguien, por pura casualidad, habría visto su cabeza. 

El “Descabezado de Sabaneta” es una más de las extrañas sugestivas leyendas de nuestro llano. 

En las largas noches de ese eterno verano insomne, los viejos se entretienen contando esas antiguas historias a sus nietos.

Fuente: 

✓ letrasllaneras.blogspot.com

martes, 11 de julio de 2023

EL ESPANTO DE LA LAGUNA EL TERMINO

 

El 5 de marzo de 1924, la segunda sesión de la comisión suiza de expertos examinan la posible reconstrucción de algunos puntos geográficos que significan elementos limítrofe referenciales....

* Confluencia de los ríos masparro y Apure 

*La laguna que en ese entonces se conocía como El término (San Felipe -Elorza-Apure)...

  Realizo este recordatorio porque la historia que a continuación presentaré tiene su asidero en ese espacio llanero, al cual tal vez no se le ha dado la importancia debida....

 Tierra de arbitrajes y reivindicaciones que por su situación acumula en el tiempo memorias importantes en el curso de la existencia de generación a generación....Muchos llaneros audaces se levantaron con la impetuosidad del medio...Y el espíritu errabundo y libertino fantaseador, le alimentó la imaginación para traer al mundo real fantasmas, que solo él los conoce y los ha visto....

 


 José Ismael Flores, conocido como CAPITOLIO, nació en las Vacas y se levantó en los Hatos Guerrereños, ese apodo se lo colocó un señor de nombre Cabo Parras, debido a una marca de cigarro que había para la época llamada Capitolio, la cajetilla tenía un indio,como presentación principal....muy parecidos a sus rasgos fisicos y de allí vino el apodo....

A la edad de 80 años,sufriendo una parálisis reumatoidea, me ha regalado esta entrevista, desde la silla de ruedas donde lo postró la enfermedad....comenta que trabajó mucho en el hato San Felipe... Por eso al llegar los aguaceros, traen muchos recuerdos de esa enorme laguna llamada El término....Luego pausadamente organiza las ideas y empieza su relato:--desde esa laguna, por las noches se oyen extraños cantos de gallos y a la misma vez, muchas voces de llaneros, igualito como cuando arrean un rodeo de ganado muy grande....pero esas apariciones nos acostumbran a vivir con ellas....Los más viejos decían que donde estaba esa Laguna, antiguamente había un Hato con mucho ganado...La casa y los corrales sobresalían sobre un Médano muy alto....En esos tiempos había mucha Religión y en los días Santos nadie trabajaba por temor a Dios....En el ese Hato había un encargado que no le prestaba atención a las leyes Divina y tomaba todo a juego..,Cuentan que burlonamente celebrándose un jueves santo, le salió a una novilla para enlazarla...montando un caballo Rucio blanquito muy ligero, pudo llegarle a la res rapidito pero en el momento de abrir el cabo de soga, se oyó un estruendo enorme, al instante la tierra se abrió tragando todo lo que había sobre ella.... El Hato se TERMINÓ, comentaría después la gente del lugar.....con el tiempo fue apareciendo esa laguna y trayendo consigo el misterio del pasado ....La pusieron EL TERMINO y en algunas tardes, cuentan que un jinete solitario sale de los lados de esa laguna, montando un caballo blanco y se bate sabana afuera hacia el capanaparo....al cruzar los médanos va quedando un puntito hasta desaparecer por completo .... Siempre lo veían y nos decíamos unos con otros, ¡allá va el jodío! 

La figura fantasmal ya no es extraña ante la vista del ojeador llanero..

Las ráfagas de dudas seguirán rasgando la creencia del hijo de la sabana... Aquellos que no conocen la realidad del llano,ven con simpleza la oralidad de Capitolio y someten su verdad a juicios de supersticiones ...Al frente el mejor testigo de sus andanzas,la Llanura venezolana,tierra hermosa y temible a la vez donde una raza vive,sufre y espera....En las vaquerías de Mayo se despiertan estos relatos de espantos sabaneros....¡No deje que la noche lo coja en esas soledades....camarita.....!

Fuente: Ramón Ojeda Cruzate 

martes, 28 de febrero de 2023

EL MISTERIOSO JINETE DE LA MATANZA

 



           Autor: Hugo Arana Páez

          En el bucólico San Fernando de principios de la centuria pasada, frente al viejo cementerio, contaban los vecinos de entonces que a medianoche veían pasar frente a sus casas a un misterioso jinete a quien bajo el negro pelo e´ guama de ala ancha no se le miraba la cara. El hombre iba envuelto en una cobija negra de pelo que lo hacía ver más espantoso y quien al trote sobre su enorme caballo retinto galopaba a lo largo de la Calle Chimborazo y al llegar a la esquina El Embarcadero doblaba por la Calle Sucre rumbo a Las Marías, para finalmente detenerse bruscamente frente al portón de una de las viviendas aledañas al matadero del pueblo, conocido coloquialmente como LA MATANZA. 

El animal era un zaino retinto, que parado en dos patas y con sus fuertes relinchos, llenaba el ambiente de terror, de ruido y polvo. Después de fastidiar a los sufridos vecinos, la terrorífica visión se esfumaba súbitamente ante la mirada de los audaces curiosos, quienes por un postigo de las desvencijadas ventanas se habían atrevido a mirar aquella horrible y fastidiosa visión echando vainas a medianoche. Los vecinos más ancianos contaban que la bestia era el caballo EL TUSÓN que pertenecía a El Catire Benítez, el matarife del pueblo, quien trabajó y vivió durante muchos años al lado de La Matanza y quien sobre su caballo alardeaba por las polvorientas calles del pueblo de ser un excelente jinete y de poseer una magnifica bestia y a quien finalmente, se le veía sentado en la acera del cementerio sujetando a su fiel y enérgico Tusón; por cierto, se le miraba rascao e´ bola, es decir, que es la misma jodía que decir, más palotiao que el carajo…ja, ja, ja y quien ante la mirada de todos, súbitamente se esfumaba y solo alcanzaban a escuchar a lo lejos el alegre relincho de la bestia. Por lo que algunos decían ¡Ah vaina! el Catire Benítez, todavía anda penando…

Otros, referían que hace años, cerca del antiguo matadero asesinaron, por motivos pasionales, a un joven y bien parecido parroquiano, quien siempre andaba sobre un hermoso y brioso corcel negro retinto enamorando mozuelas y aseguran que quien lo mató era vecino de LA MATANZA y que por eso, a medianoche esa alma en pena, cada madrugada venía a perturbar el sueño del envidioso y perverso homicida. Esta versión es aceptable, por cuanto, se conjeturaba que el criminal, tal vez atormentado por la molesta y terrorífica visión, puso fin a su existencia, ahorcándose de las ramas de una mata de mamón que se hallaba en el patio de su casa. Por cierto, desde que ese tercio se guindó de las ramas del mamón que en una ocasión había plantado, los vecinos de LAS MARÍAS, jamás volvieron a escuchar los fastidiosos relinchos del caballo zaino dándole patadas a uno de los portones de la Calle Sucre aledaño al matadero; asimismo, más nunca tuvieron que amanecer barriendo el tierrero que cada madrugada se amontonaba frente a sus casas. Desde entonces, los habitantes de Las Marías durmieron felices; porque al fin, EL MISTERIOSO JINETE DE LA MATANZA, después de muchos años de atormentar a su asesino, al fin había consumado su venganza. Es que el Tribunal Supremo de Justicia Celestial había sentenciado al perverso criminal a morir ahorcado. Por cierto, como lo hizo CHACUMBELE el célebre personaje de una viejaza Guaracha que interpretaba la agrupación cubana La Sonora Matancera: ¡Él mismito se mató, Él mismito se mató…ja, ja, ja. Por otra parte, conjeturaban los parroquianos que las decisiones del máximo Juzgado Celestial, son ajustadas a derecho y por lo tanto INAPELABLES… asimismo, no hay abogadito por más marrullero que sea, ni leguleyo de oficio que eche pa´ atrás esas justas decisiones…

 Y para no cansarlos más, me despido con la trillada frase, como tradicionalmente lo hacen los cuentistas: Colorín Colorado, este cuento se ha acabado… Aunque estimo que no, porque la verdad sea dicha, mientras en este país haya bandidos haciendo marramuncias a cada ratico, habrá espantosas visiones atormentándoles la conciencia...

lunes, 21 de junio de 2021

EL PATIQUÍN DE EL REMOLINO

 


EL PATIQUÍN DE EL REMOLINO

Autor: Hugo Arana

Continuando con los ensayos publicados en la serie HISTORIA AMENA, en esta ocasión, les traigo otro terrorífico cuento fantasmal llanero de mi autoría, que en honor a una popular cantina llamada EL REMOLINO, que funcionaba en una casona de adobe, techo de tejas y numerosos portones, característicos de las llamadas CASAS DE VECINDAD, que se hallaba situada en el ángulo sureste de la intersección de las calles Sucre y Coto Paúl del Barrio El Mamón (actual Centro Valle) del bucólico San Fernando de principios del siglo veinte, se me ocurrió GARABATEAR esta espantosa narración titulada EL PATIQUÍN DE EL REMOLINO…

Nuevamente les doy las gracias a los artistas plásticos y a los fotógrafos profesionales o aficionados, quienes con sus hermosos lienzos y sus bonitas y coloridas imágenes contribuyen a facilitar la comprensión de estos trabajos. En este caso me felicito, por cuanto, los dibujos y algunas de las fotografías a color son de quien ha garrapateado estos GARABATOS… ja, ja, ja.

1. EL PATIQUÍN DE EL REMOLINO

Género: Cuento fantasmal llanero

Autor: Hugo Arana Páez HARPA

Esos jóvenes que tienen el mal hábito de convertir los días en noches y las noches en días, algunas veces no les va muy bien; me refiero a esos tercios que acostumbran frecuentar las tabernas y los botiquines de mala muerte y demás lugares NON SANCTOS, quienes después de estar hasta altas horas de la madrugada moliendo más caña que un trapiche nuevo en febrero y de pasar largas horas tras los fustanes de las cortesanas de oficio de esos lugares, al marcharse rumbo a sus hogares, evitaban pasar a esas horas frente a la vieja iglesia catedral construida por el Presidente Raimundo Fonseca a finales del siglo XIX, porque los viejos y viejas sanfernandinos contaban que en ese templo fue enterrado Fray Buenaventura de Benaocáz, uno de los fundadores y primer cura (Curador de almas) de San Fernando y en torno a ese hecho, se había tejido la leyenda que por los lados del templo, salía a medianoche el viejo sacerdote con un látigo en la mano a flagelar a esos tercios que a esa hora andaban buscando lo que no se les había perdido… ja, ja, ja; amén de esa espantosa visión, también había la leyenda que los que a esas horas atinaban a pasar por la casa de Dios, veían unas largas procesiones de horribles hombres y mujeres orando con una vela en una mano y un rosario en la otra rumbo al templo. Contaban los viejos sanfernandinos que esas eran las ánimas en pena de los Chivatos y Chivatas que habían sido sepultados en esa iglesia, quienes para salir de penas, agarraban a los tercios que andaban parrandeando por los lados del sagrado lugar y sin ton ni son, para que dejaran de andar en malos pasos, los zampaban a empujones pa´ la iglesia. Por cierto, los habituales borrachones, conocedores de esas leyendas, para evitar toparse con esas horribles criaturas, preferían dar un largo rodeo y no encontrarse con alguno de aquellos horrorosos espíritus...

En una madrugada del mes de mayo del año 1923, el joven Joseíto Tovar, a quien sus amigos apodaban cariñosamente Chepito, iba bien palotiao dando traspiés rumbo a su hogar situado en la intersección de las calles Plaza y Bolívar, donde como todas las noches lo esperaba su angustiada madre, doña Milagros de Tovar; quien cada vez que el parrandero se iba de juerga le encomendaba su alma a las ánimas benditas y para que lo libraran de todo mal, fervorosamente, les encendía una vela en un rincón de una de las enormes habitaciones de la vetusta casona. Es que el muy tarambana, no le hacía caso a las consejas de doña Milagros, la viuda que un año antes, había perdido a su esposo el 20 de mayo de 1922, quien junto a otros amantes de la libertad, hizo causa común con el general trujillano Waldino Arriaga Perdomo, quien alzado en armas contra el tirano de La Mulera, Juan Vicente Gómez, intentaría tomar la sede del Poder Ejecutivo del Estado Apure y de allí, marchar triunfante con su montonera rumbo a Caracas. Con nostalgia, doña Milagros, recordaba que ese día se había cansado de hacer cambiar de idea a su amado esposo…

-¡Por Dios, hombre no vayas con el general, que te van a matar!

Pero inmutable, Miguel Tovar, que así se llamaba el terco marido, no atendía a los ruegos de su desesperada compañera.

-¡No mujer, por nada del mundo voy a dejar de ir a esa cita, donde me la voy a jugar en esa pelea, la cual es por la libertad, si hoy derrotamos a Cara e´ gallina (así apodaban los apureños al gobernador del Estado Apure, el doctor y General Hernán Febres Cordero), el General Arriaga, va a ser Presidente del Estado y nos vamos a acomodá ¿Acaso no te has dado cuenta que voy a cambiar el menudo por la morocota?…. ja, ja, ja. ¡Quédese tranquila que a mí ná me va a pasá! Pa´ eso cargo este escapulario de la virgen del Carmen...que me protege de todo mal… ja, ja, ja.

-¡Por favor Miguel, te lo ruego, no vayas, hazlo por esa criatura…!

Era el año 1923, hacía apenas un año que su esposo había fallecido víctima de un balazo en la cabeza, cuando junto al General Arriaga, comandaba un grupo de insurgentes alzados en armas, quienes fueron emboscados por las tropas del gobierno, las cuales estaban atrincheradas en el Palacio Fonsequero, esperando el ataque de los rebeldes, quienes fueron repelidos fácilmente. Uno de los que iba al frente de los insurrectos era el padre de Chepíto; Don Miguel Tovar, quien valientemente tomó posición en la Plaza Libertad, frente a Palacio y fue allí cuando recibió la descarga de un máuser que incontinenti lo dejó tendido en ese parque. Igual suerte corrieron muchos de sus compañeros, incluido el General Arriaga, quien en su mula iba gravemente herido rumbo a la casa de su amigo y vecino Don Pancho Echenique, donde finalmente el aguerrido general fallecería...

En un rincón de su casa se hallaban abrazados Chepito y doña milagros, quien al pie de un bonito altar rogaba a los santos cuidaran a su esposo. Asimismo, temblorosa escuchaba el estruendo de la fusilería; intuía que unas cuadras abajo, Miguel junto a sus compañeros, estarían atacando furiosamente a las tropas del gobierno... De pronto, atinó a escuchar frente a su casa, el ruido de cascos y relinchos de caballos pasar en veloz carrera por la polvorienta Calle Bolívar; eran los gritos de los alzaos y el tropel de sus caballos en estampida que junto al toque de corneta de retirada, anunciaban la trágica derrota. A su mente acudían malos pensamientos que se expresaban en el ruego esperanzador….

-¡Dios mío cuídame a Miguel, que tengo este muchachito que todavía está chiquito, que no le suceda nada, hazlo por este niño mi Señor…!

La corneta de los insurgentes llamando a retirada, significaba que la causa estaba perdida. Desde la alcoba comprendió que el ataque degeneró en una aplastante derrota. No habían transcurrido cinco minutos, cuando alguien tocó insistentemente el ancho portón de madera, era uno de los comprometidos quien a gritos la llamaba….

-¡Doña Milagros… Doña Milagros…!

Efectivamente era uno de los compañeros de Miguel, quien afanoso y en retirada, apenas logró espetarle.

-¡Doña Milagros, mataron a Miguel! Lo mataron de un balazo en la cabeza, allá quedó tendió en la Plaza, frente al Fonsequero...

El jinete, luego de anunciarle la infausta noticia, espoleó enérgicamente a la bestia y reinició el raudo galope por la soleada y solitaria calle. Mientras que en la vivienda, la temblorosa y desconsolada madre abrazaba a su pequeño hijo y ambos, unidos en el dolor lloraban inconsolables en el rincón de uno de los aposentos de la vetusta casona...

-¡Dios mío, ¿Qué voy a hacer? ¡Ayúdame mi Dios!

Después de vuelta la calma, los vecinos salieron a socorrer a los heridos y a recoger a los muertos para darles sepultura en una fosa común en el viejo y distante cementerio municipal de la Chimborazo.

Pasados unos meses, la afligida viuda se dedicó a elaborar conservas de coco, buñuelos de yuca y miel de Aricas, majaretes, arroz con leche y a confeccionar camisones a las señoras del pueblo. Así logró educar a Chepito, al que mandaba a la escuelita de las hermanas Márquez, hasta que se fue haciendo un hombrecito y pudo ingresar al Colegio Miranda, donde cursó hasta el tercer año de Educación Media. En ese sentido, el joven comprendía que debía continuar los últimos años de bachillerato en Caracas, asimismo, entendía que su madre no podría costearle su estancia en la capital. Hasta que un día el muchacho decidió informarle lo qué haría con su vida.

-¡Mamá, quiero contarte que don Enrique me ofreció trabajo en su negocio!

¿Qué Enrique es ese, hijo?

-Mamá, Don Enrique, allá en el Barrio El Mamón, el dueño de la empresa ENRIQUE LIGERÓN situada frente al Puerto Barbaritero.

- ¡Ah, ya sé quién es! ¿Y los estudios, qué vas a hacer?

-¡Los dejaré mamá! Porque tú no tienes como mandarme a estudiar en Caracas.

Movido por el deseo de ayudar a su madre, el joven Chepito González, comenzó a trabajar en la Casa importadora-exportadora ENRIQUE LIGERÓN, donde en invierno atracaban los vapores de la Compañía Anónima Venezolana de Navegación CAVN y los vaporeños -así llamaban los sanfernandinos a los marineros de los vapores que llegaban con mercancías procedentes de Trinidad y Ciudad Bolívar- . Por cierto, al arribo de estas naves, el pueblo se enfiestaba, porque algunos habitantes visitaban los barcos adonde iban a curiosear o a comprar exquisiteces, otros a recibir a sus familiares y amigos que venían de Ciudad Bolívar o Trinidad; los caleteros acudían a descargar mercancías y herramientas; asimismo, a bajar los sacos de sal y los muchachos a recoger los granos que caían de los atestados sacos y los más avispados, subían a las naves, donde entraban hasta la cocina a lavar los platos para arrasar con los retallones; pero las que más se alegraban eran las damiselas de los botiquines del pueblo, por cuanto, los vaporeños en las noches se dirigían a esos lupanares a entregarse en brazos de esas cortesanas de oficio. Así fue como Chepíto conoció en EL REMOLINO a Micaela Rodríguez, una agraciada Payareña, quien con apenas dieciséis años de edad, era la flor de ese botiquín. Por cierto, Chepíto al ver a esa hermosa trigueña quedó prendado de ella, haciéndose cliente habitual del negocio. Los viernes y los sábados era frecuente mirarlo en esa cantina, fumando cigarrillos BANDERA ROJA y emburrándose a cada rato tragos de ron Foatero; mientras que la agraciada Micaela lo hipnotizaba e idiotizaba con sus maliciosas miradas y su insinuante y blanca sonrisa...ja, ja, ja.

Una noche de mayo, bien entrada la madrugada, viendo Micaela, que Chepíto aún permanecía en el lugar y de ñapa, mirándolo más prendió que tabaco e´ bruja; con su voz melosa y su sensual tongoneo, se acercó al mozo y haciéndole una que otra carantoña, le advirtió…

-Mi amor, por qué no te vas, no es que te estoy corriendo, es que es muy tarde y te puede atacar un salteador en una de esas bocacalles, tú sabes que vives lejos de aquí y a estas horas el pueblo está más solo que el pavo e´ La Rubiera… y no quiero que te vaya a pasar nada malo mi amor...

El joven, queriendo justificar su permanencia en el lugar le espetó a la enamorada.

-¡No mi cariño, yo no me puedo ir de aquí, porque tú me echaste pega…

-¿Qué pega te voy a está echando?

-¡Ajá! ¿Acaso esas carantoñas, arrumacos y amapuches que a cada rato me das, no son una pega bien poderosa?…ja, ja, ja.

-¡Hay que vé Chepito… tú eres más loco que una romana e´ palo…ja, ja, ja.

-¡Nada de loco Micaela, lo que sucede es que con tus caricias me tienes más pegao que una garrapata de la teta de una vaca… ja, ja, ja.

-Mi amor, lo mejor es que te vayas, que todavía es temprano y hay gente en las calles. Por favor Chepito vete y así evitas que te vaya a pasar algo malo…

-¿Qué me va a pasar, que no me haya pasado ya…? Ja, ja, ja.

-¡Ja, ja, ja, hay que vé que tú si eres vainero Chepito!

-Además, por si acaso, mira lo que cargo pa´ los salteadores de caminos!

Orgulloso, el joven galán le mostró a la agraciada Micaela un bonito garrote y es que Cheíto, además de parrandero y enamorado, tenía fama de ser buen conocedor de las artes del garrote y de ser un avezado peleador….

-¿Pero y si te sale un muerto?

Respondió la muchacha

-¡No jile mi amor! ¡Qué muerto, ni que espanto! A mí no me asustan esos aparatos, porque muerto sabe a quién le sale y Mapurite a quien peé… ja, ja, ja, y sí ese fuera el caso, a ese muerto lo voy a chaparreá pa´ que más nunca se equivoque con hombres como yo. Además Micaela, usted no se ha dao cuenta que es un palo e´ mujer hecha y derecha y bien hecha y bien derechita que me la hizo Dios… pa´ está creyendo en esas pendejadas…ja, ja, ja.

-No sé mi amor, pero es que tengo un presentimiento, que esta noche te va a pasá algo malo…

Impulsivamente el joven patiquín la agarró por la mano y acercándola a su regazo la besó larga y apasionadamente…

-¿Qué te pasó Chepito…? ¿Qué mosca te picó? Ja, ja, ja…

-¡La culpa es del ron…ja, ja, ja! Así que vaya y tráigame otra botella pa´ seguirla besando…ja, ja, ja.

-¡Mira Chepito! ¿Qué vaina te pasa…?

-¡Guá que esta noche estoy feliz, porque posiblemente mañana vengo a buscarla…¡

-¡Ay Chepito que feliz me haces con ese anuncio…! ¡Si así es la cosa, mañana te voy a está esperando con el traje más bonito de estos laos, el cual, lo mandé a hacer con la más famosa costurera del pueblo para lucírtelo a ti…!

Luego de las mutuas promesas de amor; al fin, el galán decidió marcharse de EL REMOLINO. Eran aproximadamente las dos de la mañana cuando se despidió de su amada Micaela, quien en sus entristecidos ojos se leía el suplicante adiós de no te vayas…

-¡Mi amor! Tengo que irme, acuérdate que mañana bien tempranito, debo pegarme en el corte a trabajar… y acuérdate que mañana te vengo a buscar para que te vayas a vivir conmigo…

-Bueno Chepito, ojala que así sea, tú no sabes cómo deseo irme contigo mi amor. Váyase y que Dios te acompañe, que aquí te estaré esperando. Adiós mi amor, te espero mañana…

-Cuente con eso Micaela, así que tráigase su maleta de una vez, porque mañana vengo a buscarla…

Por las oscuras calles se miraba al borrachón evadiendo los cangilones de las calles de tierra y polvo; quien a pesar de la rasca de Padre y Señor Mío, el hombre andaba derechito y muy aprisa, sabía que en su casa, desde tempranas horas lo esperaba su angustiada madre.

A pocas cuadras de EL REMOLINO quedaba la laguna de Perro Seco, donde a esa hora se escuchaba el trasnochado croar de los sapos y el graznido de algún peregrino alcaraván buscando alimento entre el pajonal. Al llegar a Los Robles cruzó a la derecha por la Arévalo González, así llegó a la Bolívar rumbo a Jobalito. El muchacho andaba presuroso, por cuanto, sabía que su madre estaría en vela esperándolo muy preocupada.

-¡Que vaina! No me traje ni un palo e´ fósforo y a quien le voy a pedí uno pa´ prendé este cigarro, no jile yo si soy pendejo.

Con esa incomodidad en la mente, el mozo, andaba distraído, sin darse cuenta que estaba llegando al pie del solitario campanario de la catedral, cuando en menos tiempo que espabila un cura loco, inesperadamente observó que al pie de esa torre, extrañamente se había apostado un raro hombrecito de largos mostachos y vestido de liquilique blanco y sombrero de fino paño negro.

-¡Qué vaina! Ese tipo parece uno de los policías que cuidan al Presidente del Estado, ojalá no me vaya a requisar, no jile, como son las cosas, no hay nadie en el pueblo y me vengo a topar con la autoridad y yo con este tufo a aguardiente que no lo brinca un venao ¡Qué vaina!

Discurriendo, Chepíto, avanzaba hasta donde se hallaba el extraño personaje, cuando estuvo cerca de él, pudo percatarse que no era un policía, sino un diminuto parroquiano, de mediana edad y de tez trigueña.

-¿Que hará ese tercio ahí solito, a quién esperará? No jile, si me viene a asaltar lo voy a chaparrear pa´ que aprenda a respetá a los hombres.

Como precaución, el mozo agarró el mandador con fuerza y con cautela se acercó al extraño hombrecito.

-¡Buenas, cómo está amigo, tendrá un palo e´ fósforo pa´ prendé este cigarro.

-Si hermano, como no, aquí tiene.

Rápidamente el raro individuo sacó de uno de los bolsillos del liquilique, una caja de fósforos. Al acercarse al diminuto personaje, pudo ver debajo del sombrero un anguloso y pálido rostro. Asimismo exhibía una maliciosa mirada y una extraña sonrisa. Nervioso, Chepito logró encender el cigarro y en señal de agradecimiento le extendió la diestra al extraño ser, notando que sus manos estaban frías, muy frías. Enseguida el nervioso muchacho se despidió del insólito individuo.

-¡Bueno amigo que tenga buenas noches y muchas gracias!

-¡No hay de qué!

Respondió el pálido ser. Chepíto había andado apenas diez pasos, cuando se volteó para preguntarle.

-¿Qué hora será?

El diminuto ser le respondió con una lúgubre y grave voz.

-¡Pronto darán las doce en el reloj de San Pedro en Roma.

Súbitamente, su dedo índice comenzó a crecer de tamaño, hasta alcanzar al minutero del reloj de la alta torre, con el que le indicaba la hora al aterrorizado Chepíto…

-¡Y solo pocos minutos faltan para que en este reloj suenen las cuatro de la mañan…!

Simultáneamente de la boca del enano, salían unos enormes, puntiagudos y afilados caninos. Mientras que una sepulcral y satánica carcajada recorría la oscura y solitaria calle. En la plaza, una fuerte brisa mecía hasta el suelo las matas de mango y Merecure, haciendo caer los verdes frutos. De inmediato el aterrorizado, trasnochado, pálido y sudoroso muchacho, emprendió veloz carrera rumbo a su casa. No había recorrido dos cuadras, cuando vio una extraña multitud de hombres, mujeres, niños, niñas, viejos y viejas que venían en procesión por la calle Bolívar, rumbo a la catedral; el jadeante calavera se detuvo a contarle a uno de aquellos extraños seres, lo que le había sucedido, pero intrigado, observó que las jóvenes, las niñas y las viejas vestían de blanco, mientras que los jóvenes, los niños y los viejos de negro, como si fueran para un entierro. ¿Por qué, esa extraña ropa? Se preguntaba Chepíto. ¿Por qué, todos van rezando y por qué, todos son tan pálidos? Al final del extraño desfile venía un hombre bastante mayor, trajeado de liquilique beige, el joven se alegró y dijo.

-¡Gracias Dios mío! Al fin me encuentro a un ser normal.

Presuroso, el asustado muchacho lo abordó para expresarle lo ocurrido.

-¡Don! Me acaba de pasar algo, allá atrás en la esquina de la catedral me salió un hombrecito vestido de blanco, con un sombrero negro; le pregunté la hora y de repente su dedo índice creció hasta tocar el reloj ¡Ahí está ya lo va a ver!

Seguidamente el aterrorizado muchacho volteó para indicarle al viejo, dónde estaba el extraño ser, pero percibió que ya en la esquina no había nadie. Al contrario la brisa había cesado y la noche estaba tranquila como si nada hubiera ocurrido; sorprendido se volteó para suplicarle al viejo que lo acompañara hasta su casa, pero también, misteriosamente se había esfumado. Nuevamente dirige la mirada hacia el templo y observa que el gentío, extrañamente atravesaba las paredes de la iglesia sin ningún impedimento. En ese instante, el horrorizado parrandero reanudó la carrera por las oscuras y solitarias calles pegando más gritos que una paría ja, ja, ja.

Con la grizapa, Doña Milagros, se había despertado y al escuchar los gritos del muchacho, se lanzó presurosa a abrirle la puerta; quien después de entrar, a todo gañote le suplicaba a la anciana la cerrara de inmediato. Una vez en la alcoba, el empedernido parrandero, tembloroso en el regazo de la madre, le prometía una y otra vez que más nunca volvería a salir a parrandear, porque esa noche le habían pasado cosas espantosas, muy espantosas; mientras que la buena doña Milagros lo consolaba; extrañamente exhibía una maliciosa, extraña e irónica sonrisa, acompañada de una pícara mirada…que asustaba verla…

Habían transcurrido varios meses y el muchacho se había olvidado de la agraciada cortesana de EL REMOLINO, tampoco se le volvió a ver en Botellofón, El Regional, El Kiosco Apure, Verdún, y mucho menos en El Remolino; donde ansiosa con su floreado camisón nuevo lo aguardaba su amada y buenamoza Micaela, quien cansada de esperarlo, se fue a vivir a Ciudad Bolívar con uno de los vaporeños que desde hacía tiempo la pretendía...

Desde entonces, en Ciudad Bolívar, todas las tardes a orillas del Orinoco y con la mirada extendida hacia San Fernando, se observaba a la desdichada Micaela, decir…

-¡Ya sabía yo que ese patiquincito de pueblo no se iba a enseriá conmigo! Por cierto, la última vez que lo vi a cada rato me decía ¡Póngase bien bonita que mañana te vengo a buscar para que te vayas a vivir conmigo…! Y el gran carajo, lo que hizo fue dejarme el pelero hasta el día de hoy ja, ja, ja. Y lo peor del asunto, es que con el cuento de que me iba a buscar para llevarme a vivir con él la noche siguiente, yo me arreglé bien bonita y hasta me estrené el camisón que había mandado a coser con la costurera más afamada del pueblo, la señora Eloína Mejías… ja, ja, ja; eso me pasó por estar de pendeja, creyendo en cuentos de camino y de ñapa, contados por patiquines de pueblo…ja, ja, ja.

La afligida mujer, nunca se enteró de la desventura que aquella infausta madrugada le había pasado a su amado Chepito…

Después se supo en San Fernando que Chepíto no salió más de juerga; apenas cumplida su jornada de trabajo donde Don Enrique Ligerón, se iba derechito para su casa; jamás volvió a ingerir licor y mucho menos pedirle candela a ningún extraño. Mientras Doña Milagros, agradecía a las ánimas la ayuda que le habían prestado. Es que gracias a ellas, el tarambana se transformó en un hombre de bien. Desde entonces, allá en el altar que había dispuesto en el rincón de uno de los cuartos de la vieja casona, la feliz y agradecida viuda, por si acaso, ja, ja, ja…continuó prendiéndole velas a las ánimas benditas para que Chepito jamás VAYA A ANDAR EN MALOS PASOS…

Y Colorín Colorado este cuento se ha… no, no se ha acabado, porque todavía hay muchos botiquincitos de mala muerte regaos por los pueblos llaneros y muchas meseras dispuestas a irse a vivir con cualquier patiquín de pueblo…ja, ja, ja.

 


viernes, 19 de febrero de 2021

EL DUENDE

 


El Duende: Espíritu Burlón

Desde tiempo inmemoriales, la tradición oral de los llanos cuenta de la existencia de un espíritu burlón que molesta a la personas y principalmente a las mujeres de las cuales se enamora y cuando no es correspondido el espíritu se presenta, en forma de niño a la mujer que lo cautiva y sólo ella puede verlo. Dicen que tiene la capacidad de levitar, hacerse invisible, cambiar de apariencia y modificar las tonalidades de su piel.

Los más antiguos señalan que el duende es un espíritu que vivía en el cielo en forma de ángel, peleó con Dios y cayó en desgracia. 

Como era tan dicharachero y enamorado se vino pa´ la tierra a perseguir a las mujeres bonitas y a cobrar venganza con los humanos.
Otros afirman que estos gnomos son personas comunes y corrientes, que mediante una oración y ciertos conjuros, que se hacen completamente desnudos, puede volverse invisible.

Al hablar de duendes en el llano misterioso, es fácil escuchar historias fantásticas como la que se relata a continuación:

Cuentan que hace muchos años existió en el llano una joven muy hermosa la cual era cortejada y fastidiada de manera constante por un duende.
María Isabel, como se llamaba una de las jóvenes más bonitas y queridas de la región, desapareció un día sin dejar ningún rastro, y por más que sus padres la buscaron entre familiares y amigos, no tuvieron noticia alguna de su paradero.

Fue tanta la desesperación de sus progenitores, que pasado algún tiempo, y después de pedirle perdón a Dios y a los santos de su devoción, pues se trataba de una familia muy cristiana y lo que habían resuelto iba en contra de sus tradicionales principios cristianos; decidieron llegar donde el brujo del caserío como último recurso para conocer el paradero de su querida primogénita.
Las ansias de encontrar a su hija no les permitió observar lo espeluznante del recinto donde el médium realizaba su lúgubre labor: Santos que pendían de la pared en diferentes posiciones, matas que parecían no pertenecer al reino vegetal tapizaban las raídas paredes de indescifrable color, velones que por la poca luz que reflejaban parecían estar a disgusto dentro de las cuatro paredes, espejos y frascos donde pequeñas serpientes parecían resistirse a la presencia de los extraños. 

La figura luctuosa del hombre completaba el cuadro fantasmagórico del lugar; su imagen doblegada como haciéndole culto a la mala tierra. Sus ojos hundidos en la cadavérica faz y su rostro bilioso terminado en una barbilla larga con una barba intensa y descuidada y la boca retorcida de la cual despuntaba su único e irregular diente. Cavidad, por demás contraída, de la cual estuvieron ansiosamente atentos los padres de María Isabel, después que Crisóstomo, que así se llamaba el brujo, hiciera lo que podía llamarse un complicado trabajo de predicción, que iba desde unas balbuceantes e ininteligibles palabras hasta el sumergimiento de la foto de la niña mujer en un agua de turbio color.

Lo que escucharon los angustiados padres acrecentó su impaciencia y preocupación. Su hija se encontraba en algún lugar de la selva a donde había sido llevada por un duende enamorado que la alimentaba de frutas silvestres y raíces de árboles, le daba serenatas con arpa, tiple, bandola, cuatro, maracas, dulzaina; acompañado de un cortejo de la misma estirpe Cerca al lugar del cautiverio, cruzaba un pequeño riachuelo en donde la desdichada, cada vez que podía, colocaba barquitos de madera con su nombre y señas del lugar donde se encontraba, esperando que algún día alguien pudiera rescatarla.

Después de preguntar las señas exactas y ser orientados por el brujo para llegar al lugar, partieron los padres, en compañía de un baquiano, con la esperanza de encontrar con vida a su adorada hija.
Después de 53 días de caminar día y noche, por caminos intransitables, atravesando ríos y esteros, plagados de pirañas y tembladores, por fin lograron divisar el lugar descrito por el hechicero. Tomando todas las precauciones se acercaron a la orilla del caño donde precisamente, en esos momentos, María Isabel, colocaba un barquito sobre las cristalinas aguas, en el cual le participaba a sus padres la dicha que la embargaba ya que por fin había encontrado el amor y la felicidad al lado del hombre que para lograrlo se había convertido en el espíritu burlón que la había hecho cautiva.

TOMADO DEL FACEBOOK DE PEDRO MUJICA

miércoles, 24 de junio de 2020

MONICO Y MARIA OLIMPIA







MONICO Y MARIA OLIMPIA

Mónico Silva, fue uno de esos llaneros genuinos del Hato «La Candelaria». Hato que tuvo mucho nombramiento en el primer tercio del presente Siglo. Mónico fue zamarro, jinete, enlazador y astuto. Bellaco hasta los tuétanos. Se cuenta que una vez casi lo conseguí una comisión de Campovolantes del hato, con una vaca gorda muerta; pero su oído de viejo cazador le puso en guardia, y pudo escabullirse de la comisión, la que solamente pudo agarrar al supuestamente perro de Mónico y se lo llevaron para el Paso Arauca (hato) y mandaron a llamar al presunto cuatrero. Al llegar el señor Mónico al tranquero del hato, le soltaron el perro, que obviamente no dudó en salirle al encuentro para halagarlo. Pero tan pronto el pobre animal estuvo al alcance de su chaparro, slo sacudió con todas sus ganas al fiel Can por las costillas. Quién salió disparado rumbo a su casa en vista del recibimiento de su amo. Cuando María Olimpia, la mujer de Mónico, vio llegar al perro de su marido, lo enlazó con un rejo y se lo tiró por la horqueta del taparo gallinero, poniéndole fin a los días del desdichado animal. Acto seguido lo zumbó a un caño cariboso, para eliminar evidencias.

Textos de Ramón Oviedo del libro Sabaneando tus Recuerdos


 
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