Autor Miguel Barrios M.
Las creencias en muertos, la sayona, brujas, espantos y pare de contar era un terror en el Caramacate de la época. En el viejo vicindario por allá en los años de la década de los cuarenta daba miedo entrar por las picas, caminos y sabanas en horas nocturnas.
Del mismo modo aseguraban que la sayona, la "bola de fuego", el espanto de la "colinera", y el muerto de "la chivera" salían en el vecindario en horas nocturnas para quienes transitaban los caminos y sabanas. Los llaneros usaban como "contras" la "pepa de zamuro", tabaco en rama, cormillos de animales, y collares de azabache para retirar de su camino los almas en pena, brujas, espantos, caimanes, serpientes y todo peligro.
Contaba Anastacio Márquez (+) que todo comenzó cuando algunas abuelas fueron vistas por algunos pobladores sobrevolando el vendario aquellas noches "veraneras" convertidas en pájaros negros.
Relataba "catire Viejo" González que los diabólicos personajes convertidos en pajarracos espantosos caían en los techos de las casas a media noche.
Narraba Don Eladio Viera (+) que la hechicería era pecado y las brujas representaban al demonio, y esas voladoras de la época todas habían fallecido y batallaron para descansar.
Refería Fernando "resorte" Ramos (+) que era muy común que hasta el vecindario del viejo Caramacate llegaban personas de otros pueblos buscando en las hechiceras curación de complicadas enfermedades, amargas venganzas, y baños mágicos para el amor.
La creencia más aterradora de los caramacateños era que las brujas chupaban la sangre de los bebés recién nacidos o no bautizados.
Describía el "Indio" Morales (+) que atrapó varios pajarracos en el viejo vecindario, y usaba una tijera, agua bendita, mostaza, y se amarraba de la cintura con una “ soga de cuero”,y rezaba, y así amarradaba las brujas malvadas y perversas.
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