ENTRE LOS RÍOS APURE Y ORINOCO
Vestida con la audacia de una época que se desató al finalizar la Primera Guerra Mundial, la tendencia de los llamados ‘locos años 20’, Ella desafió las convenciones, dejando atrás los largos vestidos con armadores que rozaban los zapatos de las damas y los grandes sombreros con alas anchas y plumas.
Ella luce un vestido de una sola pieza, una declaración de independencia con la falda un poco más debajo de la rodilla y ajustado a la cadera con un cinturón de la misma tela del vestido. La parte superior del vestido es un canto a la comodidad, holgada, no ajustada al cuerpo y sin cuello.
El sombrero, de alas tan cortas que parecen susurrar al viento, parece más bien un gorro con una cinta que abraza la copa. Es uno de los famosos sombreros cloche de fieltro, con copas cilíndricas y cerradas, que la visionaria diseñadora Carolina Rebux puso de moda y que se convirtieron en el grito de la moda en 1920.
La bisutería es un canto a la elegancia, con largos collares de perlas y pendientes cortos, los zapatos de tacón son discretos y lleva guantes blancos. El cabello ya no es largo, sino corto y ondulado, como una ola rebelde que sobresale del sombrero. Ella, por su forma de vestir, es una sinfonía de los nuevos aires de libertad femenina.
Escribe un diario, o mejor dicho muchos, como si cada página de cada diario fuera un puerto en el que ancla sus pensamientos. Pasa largas horas en su camarote y en la cantina del vapor, donde dispensan productos importados como caramelos ácidos, existieses de licores y chocolates finos todos provenientes de Trinidad. En la cubierta intermedia del barco, se ve como una capitana de sus propias palabras. En realidad, en estos diarios está reescribiendo y rearmando un cuento que ya había escrito, es como un orfebre que no se cansa de pulir su obra.
Ese cuento que ahora reescribe había ganado un premio, pero ella no estaba satisfecha. El jurado había categorizado su cuento, titulado ‘LA MAMA X’, como extranjerizante. Pero ella sabía que su historia era universal, y aunque no le dieron el primer lugar, el jurado reconoció la calidad literaria de su obra y se vio en la obligación de crearle un Premio Especial Extraordinario, como un faro que iluminaba su talento.
Embarcó desde La Guaira hasta Ciudad Bolívar con el propósito de retirar ese premio que le otorgó un Concurso Nacional de Cuentos, organizado por el periódico El Luchador de Ciudad Bolívar en 1922. Así que ella era como una heroína que conquista triunfante otras comarcas.
En Ciudad Bolívar recibió el premio en metálico y los honores correspondientes, y como regalo adicional le otorgaron un viaje con todos los gastos pagos en el flamante Vapor Apure. Y Ella lo aceptó como una reina que se embarca en una nueva aventura.
En el barco pasó a ser una pasajera de lujo, con camarote individual de primera clase, comida a la carta y todo lo que pidiera en la cantina en este prestigioso vapor, que era toda una innovación náutica al moverse a la alucinante y vertiginosa velocidad de 17 Km/h (9 nudos/hora). En el barco Ella se sentía como una pionera que desafía las leyes de la física.
El viaje tenía como itinerario, de ida y vuelta, la ruta Ciudad Bolívar - San Fernando de Apure y luego, San Fernando de Apure - Periquera (Guasdualito). Estaba encantada con el viaje, al fin y al cabo, era caraqueña y nacida en Europa y, para ser franca, conocía más el viejo continente que el interior de Venezuela. Ella era como una exploradora que se adentra en lo desconocido.
En el viaje de ida, atracaron en Caicara, después en Arichuna y finalmente llegaron a San Fernando de Apure, remontando 551 km por los ríos Orinoco y Apure, tardando tres días en este recorrido. Por normas de seguridad, el vapor no navegaba de noche, así que pernoctaron en Caicara y Arichuna, donde los barcos entregaban mercancías importadas, compraban productos locales y se abastecen de leña para las calderas del barco, como un gigante que se alimenta de la tierra.
Retomaron el viaje siguiendo el itinerario San Fernando - Periquera, el barco hizo escala en Apurito, El Samán, Bruzual, Puerto de Nutria, Palmarito y finalmente llegó a Periquera (Guasdualito) dos días y medio después de haber recorrido 466 km adicionales de viaje remontando el río Apure. En esos momentos, Ella se sintió como un vapor que desafía las corrientes.
Pero Ella, en ninguna de estas paradas bajó en estos puertos, estaba extasiada con el paisaje y ocupada frenéticamente en escribir en sus diarios. Como una artista que se inspira en la belleza de las riberas del río.
De regreso, el vapor solo hizo escalas para pernoctar y tres días después ya estaban de nuevo en San Fernando de Apure. Dado que transcurrían los meses de verano y El Cañito estaba muy seco, no pudieron atracar en los muelles de la ciudad, presagiando lo que ocurriría pocos años después, en los conocidos años de “años de la jumasera” donde imperó una gran sequía y los ríos se secaron. Así que el vapor atracó en el canal principal del río, en el Paso Real de Apure. Ella pensó, así soy yo, como una embarcación, que se adapta a sus circunstancias.
El capitán del Vapor Apure le extendió una invitación para visitar y conocer la ciudad. Y Ella accedió gustosamente. Como una viajera que siempre está dispuesta a descubrir nuevos horizontes.
Tres fotografías capturaron esos momentos mágicos:
• Ella, como una musa en el barco, derramando sus pensamientos en las páginas de sus diarios frente al majestuoso río Apure;
• Ella, como una reina con su sombrilla, convirtiéndose en el centro de todas las miradas de admiración de los tripulantes y pasajeros, cuando descendía con gracia por la rampa del barco hacia la “Isla Humboldt”, la isla que se formaba entre el río Apure y El Cañito, como un oasis en medio del agua;
• Y finalmente, Ella, como una viajera curiosa, paseando en compañía del capitán del vapor, descubriendo y saboreando la ciudad frente al puerto de la Casa Ligeron en la ribera de El Cañito.
Pasó la noche en San Fernando, como una estrella que descansa después de una larga noche, y, dos días y medio después, había regresado a Ciudad Bolívar para luego retornar al puerto de La Guaira y finalmente a Caracas, como una paloma que vuelve a su nido.
Durante ese viaje de doce días en el Vapor Apure, como una odisea de palabras y pensamientos, se escribieron los bosquejos y notas de lo que sería el cuento: ‘INFIGENIA. DIARIO DE UNA SEÑORITA QUE ESCRIBIÓ PORQUE SE FASTIDIABA’. Fue publicada en 1924, como una joya literaria que vio la luz, y ganó el Primer Premio de Novelistas Americanos, como una corona a su talento.
El autor de este relato sostiene la tesis de que, La Chica del Vapor Apure, era la célebre cuentista venezolana, nacida en Europa, de padres venezolanos y criada en Caracas; TERESA DE LA PARRA. Las semejanzas fotográficas son de una altísima coincidencia y los hechos y las circunstancias parecen confirmarlo, como piezas de un rompecabezas que encajan perfectamente.
Doce años después de escribir su obra cumbre ‘IFIGENIA’, a la edad de 47 años, en 1936, Teresa de la Parra, la chica del vapor Apure, falleció en Madrid, España, a causa de una severa tuberculosis, como una flor que se marchita demasiado temprano.
Había muerto la primera escritora venezolana que planteó la opresión de la mujer en la sociedad venezolana de su época, como una voz valiente que se levantó en medio del silencio.
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(*) Micro-Relato. Edición, composición y montaje fotográfico. Vinos Des Fruit
(**) Créditos: Fotografía, archivo digital Fundhea
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