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viernes, 19 de febrero de 2021

EL DUENDE

 


El Duende: Espíritu Burlón

Desde tiempo inmemoriales, la tradición oral de los llanos cuenta de la existencia de un espíritu burlón que molesta a la personas y principalmente a las mujeres de las cuales se enamora y cuando no es correspondido el espíritu se presenta, en forma de niño a la mujer que lo cautiva y sólo ella puede verlo. Dicen que tiene la capacidad de levitar, hacerse invisible, cambiar de apariencia y modificar las tonalidades de su piel.

Los más antiguos señalan que el duende es un espíritu que vivía en el cielo en forma de ángel, peleó con Dios y cayó en desgracia. 

Como era tan dicharachero y enamorado se vino pa´ la tierra a perseguir a las mujeres bonitas y a cobrar venganza con los humanos.
Otros afirman que estos gnomos son personas comunes y corrientes, que mediante una oración y ciertos conjuros, que se hacen completamente desnudos, puede volverse invisible.

Al hablar de duendes en el llano misterioso, es fácil escuchar historias fantásticas como la que se relata a continuación:

Cuentan que hace muchos años existió en el llano una joven muy hermosa la cual era cortejada y fastidiada de manera constante por un duende.
María Isabel, como se llamaba una de las jóvenes más bonitas y queridas de la región, desapareció un día sin dejar ningún rastro, y por más que sus padres la buscaron entre familiares y amigos, no tuvieron noticia alguna de su paradero.

Fue tanta la desesperación de sus progenitores, que pasado algún tiempo, y después de pedirle perdón a Dios y a los santos de su devoción, pues se trataba de una familia muy cristiana y lo que habían resuelto iba en contra de sus tradicionales principios cristianos; decidieron llegar donde el brujo del caserío como último recurso para conocer el paradero de su querida primogénita.
Las ansias de encontrar a su hija no les permitió observar lo espeluznante del recinto donde el médium realizaba su lúgubre labor: Santos que pendían de la pared en diferentes posiciones, matas que parecían no pertenecer al reino vegetal tapizaban las raídas paredes de indescifrable color, velones que por la poca luz que reflejaban parecían estar a disgusto dentro de las cuatro paredes, espejos y frascos donde pequeñas serpientes parecían resistirse a la presencia de los extraños. 

La figura luctuosa del hombre completaba el cuadro fantasmagórico del lugar; su imagen doblegada como haciéndole culto a la mala tierra. Sus ojos hundidos en la cadavérica faz y su rostro bilioso terminado en una barbilla larga con una barba intensa y descuidada y la boca retorcida de la cual despuntaba su único e irregular diente. Cavidad, por demás contraída, de la cual estuvieron ansiosamente atentos los padres de María Isabel, después que Crisóstomo, que así se llamaba el brujo, hiciera lo que podía llamarse un complicado trabajo de predicción, que iba desde unas balbuceantes e ininteligibles palabras hasta el sumergimiento de la foto de la niña mujer en un agua de turbio color.

Lo que escucharon los angustiados padres acrecentó su impaciencia y preocupación. Su hija se encontraba en algún lugar de la selva a donde había sido llevada por un duende enamorado que la alimentaba de frutas silvestres y raíces de árboles, le daba serenatas con arpa, tiple, bandola, cuatro, maracas, dulzaina; acompañado de un cortejo de la misma estirpe Cerca al lugar del cautiverio, cruzaba un pequeño riachuelo en donde la desdichada, cada vez que podía, colocaba barquitos de madera con su nombre y señas del lugar donde se encontraba, esperando que algún día alguien pudiera rescatarla.

Después de preguntar las señas exactas y ser orientados por el brujo para llegar al lugar, partieron los padres, en compañía de un baquiano, con la esperanza de encontrar con vida a su adorada hija.
Después de 53 días de caminar día y noche, por caminos intransitables, atravesando ríos y esteros, plagados de pirañas y tembladores, por fin lograron divisar el lugar descrito por el hechicero. Tomando todas las precauciones se acercaron a la orilla del caño donde precisamente, en esos momentos, María Isabel, colocaba un barquito sobre las cristalinas aguas, en el cual le participaba a sus padres la dicha que la embargaba ya que por fin había encontrado el amor y la felicidad al lado del hombre que para lograrlo se había convertido en el espíritu burlón que la había hecho cautiva.

TOMADO DEL FACEBOOK DE PEDRO MUJICA

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