REDES SOCIALES

jueves, 3 de diciembre de 2020

PADILLA HURTADO 100 AÑOS DE MATRIMONIO 13-12-2020






CONMEMORACIÒN DEL CENTENARIO (13-12-2020)

DEL MATRIMONIO PADILLA-HURTADO

BREVE EXORDIO.-

Nos fueron pasando los años

y no los contamos, y cuando empezamos

a contarlos ya estábamos viejos, y

cuando estábamos viejos nacimos de nuevo,

nacimos de un vientre de recuerdos

tomados de las manos,

tomados del corazón para

siempre amarnos. Ahora nuestros años

son eternos.

Muchas son las prosapias fundadoras que han aportado con su empeño, trabajo y constancia al avance de nuestro pueblo, dejando para la posteridad un meritorio e impoluto ejemplo que permanecerá en el tiempo como dechado simbólico de Aegis para las nuevas y próximas fecundaciones de guasdualiteños, por lo que también resulta importante hacer recuerdo de sus transitos terrenales como forma de ensalzar sus memorias, y a la vez a nuestra identidad y gentilicio, entendiendo que la médula familiar es la asienta y columna que sostiene la ontología e integridad de un pueblo. Siendo así, se presenta en los párrafos ulteriores un ajustado epítome referente a la conmemoración, este 13 de Diciembre, del centenario (1920-2020) del matrimonio de Francisco Miguel Padilla y Carmen Cecilia Hurtado, dualidad que conformaría con ímpetu, amor y esmero un hogar ejemplar, estando impresas sus honorables calcas en el buen recuerdo del Guasdualito contemporáneo.

FRANCISCO MIGUEL PADILLA ZAPATA.-

Francisco Miguel Padilla

hombre digno y laborioso

un almácigo frondoso

que esparció buena semilla.

Vestigios indelebles los dejado por este hijo adoptivo y afectivo de Guasdualito, nacido en la tierra apureña del soldado sin miedo: Bruzual, un veinte (20) de noviembre de 1896, en el seno familiar de Pedro Padilla Moreno (nacido en Guanare, de familia portugueseña, con diferentes ascendientes que irrumpieron en la carrera de las armas, por lo cual eran dueños de tierras tanto en Barinas como en Apure, recibidas como asignaciones militares) y de Josefa Zapata, natural de Guasdualito, condueña junto a sus hermanos Álvaro y María de un extenso lote de tierra en sabanas llamadas Chaparral y Valentín, del casamiento también nacerían Josefa, Pedro, Manuel y Amelia. Muere la madre prematuramente, quedando a cargo de los renuevos el padre, ante circunstancias adversas su hermana Josefa asume siendo muy joven el rol de madre y jefa de hogar, a la manumisión llegaría su tío Álvaro Zapata como benefactor y mentor de los hermanos Padilla Zapata, el protector familiar se encargaría del retorno de la familia a Guasdualito, y de la formación primigenia de aquellos infantes, ya en Periquera Francisco Miguel recibe sus primeras nociones a cargo de la preceptora Clementina Pérez, facultada y acreedora institutriz colombiana, que con esmero, dedicación y mística impartía enseñanza en su escuela particular. Gracias a la excelente calidad de la maestra y a su excepcional inteligencia, adquiere una preparación de primera en lo fundamental, aprende a leer y escribir correctamente con depurada ortografía e impecable caligrafía y redacción. Pedro Padilla Hurtado en la recopilación familiar con motivo del centenario del nacimiento de su padre, estampó lo siguiente:



“El tío Álvaro Zapata acude en rescate y retornan a Guasdualito ocupando una residencia ubicada en la llamada Costa Del Caño. Se suceden años de estrechez, sufrimientos y angustias, que la abuela soporta con amor, abnegada y fiel, con verdadero estoicismo y tolerancia, sin protesta ni amargura, inculcándole a sus hijos el respeto, la obediencia y el amor hacia su padre. Pero esta dura vida, de sufrimiento y angustia afecta su salud y de grave enfermedad fallece a temprana edad. Rindamos un tributo de amoroso recuerdo a la noble y sufrida abuela, que no tuvimos la suerte de conocer” (p.16, 1996).

Para ayudar al sostén del hogar el joven Francisco Miguel se emplea concertado, con residencia y alimentación en casa de Silverio Aguero. Este hombre era un personaje de verdadero mérito y de gran ayuda para toda la región. Se trataba de un próspero comerciante medio alquimista y filántropo pero de carácter estricto y formal. Además de poseer un gran negocio de mercancía y víveres, estableció quizás la primera farmacia de la región. No hay duda alguna sobre la benéfica influencia que en la formación del mozo Francisco ejerció el boticario Agüero, le proporcionó cariño y se esmeró en enseñarle todas las artes que dominaba, moldeando en el joven su futura y recia personalidad. Con este apoyo adquiere conocimientos de farmacia y de comercio en general, aprende a elaborar jabón a base de cebo de ganado, soda cáustica y pez rubia, a fabricar velas de esperma y muchos oficios más.

La formación adquirida por Francisco Miguel Padilla en su pubescencia le sería de gran ayuda en la constitución y consolidación del usufructo familiar; su responsabilidad, capacidad y honorabilidad, sumados a los dotes de su esposa como mujer, esposa y madre ejemplar, los haría conformar una pareja exitosa tanto en lo familiar como en otras actividades incluyendo la ganadera, separados únicamente por el designio divino luego de toda una vida de acompañamiento. Mucho puede escribirse sobre este digno ser humano, siendo su vida el más fiel testimonio de una existencia integra y responsable. Pionero adelantado a su tiempo, siempre motivado a mejorar la explotación bovina, sería el primer ganadero en la región local en introducir la técnica de mejoramiento de pastizales, así como la medra genética del ganado a través de la importación de especies brahmán desde los Estados Unidos, fundador de la Guardia Nacional en Guasdualito, al igual que de la Asociación de Criadores del Distrito Páez, merecedor en vida de la condecoración “Francisco de Miranda” por su defensa y respaldo al sector. Su ascendencia moral, integridad, honradez, hombría, seriedad, responsabilidad y muchas virtudes más adornaban su figura, acrecentaban su estatura personal y le imprimían un magnetismo particular.

CARMEN CECILIA HURTADO.-

Nace esta digna y admirable mujer el 16-06-1900, hija de don Enrique Hurtado (nacido en Guardatinajas estado Guárico el 15 de Junio de 1.863, y fallecido en Guasdualito el 11 de Agosto de 1.945, nieto del coronel independista José Francisco Hurtado, el llamado por el general Páez: Lambe Lanza) y doña Mercedes de Hurtado, propietarios del hato San Pedro, ubicada la extensión entre Guasdualito y La Trinidad de Orichuna. Percibe una educación hogareña muy destacada, pues junto a sus hermanas es enviada por sus padres a Pamplona (Colombia) recibiendo una educación católica e impecable en el Colegio de las Bethlemitas, donde más tarde estudiarían sus hijas Chepita y Griselda.

Doña Carmen fue toda una matrona y abnegada ama de casa que dominó todos los quehaceres del hogar y criò a sus hijos bajo una férrea disciplina y valores ejemplarizados por su esposo, donde destacaban: la honestidad, responsabilidad, dedicación al trabajo, honorabilidad y otras muchas destacadas cualidades, que la definían como una buena mujer en el amplio sentido de la disquisición, lo que le permitió junto a su esposo superar dificultades de todo tipo para lograr felicidad y estabilidad conyugal, resultando la compañera ideal, la amiga y el apoyo necesario para formar y levantar un hogar honorable, un prodigio de mujer que toda su vida se dedicó al trabajo desde el clarear del día hasta las horas nocturnas, empezando por preparar el café así hubiera servicio doméstico, ordeñar sus vacas y preparar los envases para la leche, ocupándose luego en lo concerniente en apoyar a don Francisco en la fábrica de jabones de potasa y el empacamiento de panelas de caña de azúcar molidas por yuntas de bueyes, caballos y mulas; igualmente mucho tiene que escribirse sobre las virtudes y anécdotas de Carmen Cecilia Hurtado, un ejemplo de mujer abnegada y laboriosa.

NOVIAZGO Y MATRIMONIO.-

Llegaría el año 1920. Unos abriles antes oriundo del estado Bolívar había arribado al Guasdualito provinciano el estimable Juan Trejo, hombre visionario que observaría en el enclave la oportunidad de emprender con éxito la actividad comercial, lo que logra al poco tiempo, convirtiéndose en el comerciante más próspero de la comarca. Su casa de habitación la construye frente a la iglesia, como residencia familiar y con varios locales comerciales, destacándose el de la esquina donde funcionaba su gran almacén con mercancías y víveres muy variados, la mayoría importados directamente de Europa, y llegados al pueblo en los vapores de CAVN. El acaudalado Trejo enamora a la primaveral Josefa Padilla y, contraen nupcias cuando apenas ésta había cumplido quince años. La nobel desposada se lleva a sus tres hermanos pequeños y a una sobrina de nombre Alida, para su nuevo hogar. Al poco tiempo Trejo en conversaciones motivadoras convence a su cuñado Francisco Miguel para que sea su empleado y lo ayude en el negocio. Esta sería una decisión muy favorable para ambas partes. El comerciante se hace de un empleado capaz, eficiente, responsable y de su absoluta confianza y el lozano Francisco tiene la oportunidad de capacitarse en buenos oficios, mejorando y ampliando sus conocimientos en la actividad comercial por la cual sentía auténtica vocación, va adquirir entonces una valiosa y tajante experiencia que le sirvió de gran ayuda y provecho en el devenir de su existencia, convirtiéndola en su hábito existencial.

Por el otro lado, al caer la dictadura del general Juan Vicente Gómez, don Enrique Hurtado, quien para el momento se hallaba en Colombia junto con su familia, toma la decisión de regresar a su patria y, liquida en venta su feudo casanareño, retornando definitivamente. Llega al hato San Pedro con su esposa y sus cuatro hijos: Mary, Carmen Cecilia, Emperatriz y Sandalio, luego nacerían Elías y Mercedes, todos de tierna edad. Al poco tiempo erige una vivienda bautizada como Las Mercedes, en homenaje a su esposa, exclusiva para la familia, separada de la casa de los obreros y corrales de faena por la mencionada cañada. Hombre de temple vigoroso, recia fortaleza y férrea voluntad, que nunca conoció ni le dio tregua al cansancio, trabajando con empeño y con ahínco todos los días de Sol a Sol, con el dominio que ejercía sobre la actividad pecuaria en poco tiempo desarrolló su propiedad hasta convertirla en uno de los hatos más ricos de la región, viéndose obligado a adquirir otros lotes de tierra para disponer el ganado que ya no le cabía en San Pedro. No obstante, ser un hombre criado y formado en un medio, si se quiere salvaje y vivir en remotos parajes, tenía el merecido aprecio por la familia, por su formación y su educación. El matrimonio no cesó en procrear hijos hasta llegar a dieciséis, de los cuales apenas sobrevivieron seis. Esta alta mortalidad, sobretodo infantil, era la regla en aquella época en aquellas regiones y similares de otras latitudes debido a la ausencia de una oportuna atención médica. A los dos varones sobrevivientes Sandalio y Elías, don Enrique los envia a Trinidad para ser internados en un colegio. Y a las cuatro hembras Mary, Carmen, Emperatriz y Mercedes, a lomo de mula en viaje de más de quince días de duración las llevó a Pamplona (Colombia) y allí las dejó internas en un colegio de religiosas, recibiendo instrucción, educación y formación general. Ya de regreso las señoritas, adquiere una amplia casona en la población para residencia de la familia, le asigna el nombre “La Guariqueña” ubicada en la llamada Calle Real, en la esquina que hoy ocupa la Farmacia Apure, justo frente a la casa de Juan Trejo en donde Francisco Miguel Padilla era su principal empleado. Enrique Hurtado luego de enviudar en 1.923 se une a Victoria Hernández y procrea José Enrique, Lázaro Ezequiel, Inés, Víctor Hugo y Victoria Hernández.

Ya en Guasdualito, Francisco Miguel y Carmen Cecilia estarían en residencias muy próximas, frente a frente, apenas calle por medio. Así resultó en sobremanera fácil a Cupido hijo de Venus, flechar con su dardo a los jóvenes, se iniciaría el romance entre el educado joven y la agraciada y gentil damisela. Ceñidos estrictamente a los preceptos sociales de la época, transcurren los amores de esta pareja hasta convenir formalmente su matrimonio. Fue un noviazgo lleno de romanticismo, sortilegio y formal señorío. Los bailes ajustados a los preceptos y formalidad de moda, eran oportunidad especial para los novios de compartir y estrechar el vínculo afectivo. La novia portaba su tarjeta para anotar y comprometer las piezas musicales. En la de Carmen Cecilia, Francisco Miguel, con su nombre llenaba toda la página. El matrimonio se realiza el 13 de Diciembre de 1920, por lo civil en Guasdualito, pero por no haber sacerdote en esta población, tienen que trasladarse hasta la vecina población de Arauca (Col) en donde reciben la bendición marital del clérigo Francisco Villanea, religioso llegado de su natal Puerto Rico, asentándose y cumpliendo laudable gestión evangelizadora en aquella inhóspita provincia.

Juan Trejo no queriendo por ningún respecto perder un empleado tan valioso, consigue para residencia de la joven pareja una casa vecina a la suya, justo al frente de la iglesia. Allí inician su vida matrimonial y ahí, en esa vivienda, engendran y nace su primer hijo cristianado como Pedro, el 13 de Septiembre de 1921, justo a los nueve meses de haberse consumado la unión. Pero para la joven pareja resultaría incómoda la dependencia se había establecido con el padrinazgo del comerciante. Analizaron y razonaron sobre su porvenir hasta deducir que les era indispensable adquirir una total independencia, decidiendo en mutuo acuerdo emprender la lucha en pareja por un horizonte de vida de mejores perspectivas. Tomada en firme esta decisión, don Enrique Hurtado en un gesto de solidaridad adquiere para ellos una propiedad en el barrio Los Corrales, la que designan con el nombre: La Estación, donde se establecen en el año de 1922, allí va a transcurrir el resto de sus vidas, trabajando los dos con ahínco, sin tregua ni descanso, procreando hijos hasta llegar a dieciséis, formándolos con amor y ternura pero con disciplina y rigor estrictos, perdiendo a cuatro de ellos, fallecidos muy niños, ante el terrible dolor de verlos morir indefensos sin poder hacer nada para salvarlos víctimas de enfermedades para entonces mortales y que hoy, con el avance de la ciencia prácticamente han desaparecido.

LA ESTACIÒN.-

Inicialmente la morada familiar era una vivienda en cierta forma cómoda, con la casa principal con techo de tejas, quizás la única en todo el poblado en donde prevalecían los techos de palma y zinc, poseía varios potreros que se fueron cubriendo de pasto artificial (pará y guinea). En La Estación se veía llegar casi amaneciendo personas allegadas al matrimonio, a quienes se les apartaba de antemano el producto lácteo, luego de inmediato dos o tres muchachos, de los mayores o allegados a la familia, salían a vender el producto de unas treinta o cuarenta vacas que pastaban en los potreros contiguos. De allí Pedro Enrique, luego de asistir a la escuela, iba al potrero a buscar al burro Mano Mío, para ir al Tambo por la producción lechera, este asno en extremo manso y baquiano, fue bautizado así por el mismo Pedro, por haber llegado a la vida el mismo año que él, y a quien consideraba su hermano contemporáneo. También en La Estación llego a funcionar una fábrica de jabones de potasa, algo muy novedoso para la época, además de la siembra de tablones de caña de azúcar, para el empaquetamiento de panelas, que luego eran vendidas a las principales casas comerciales del poblado, e igualmente funciono un próspero negocio de mercancía seca para surtir en lo necesario a los dueños de hatos y fundos. Con los ingresos de este trabajo don Francisco y doña Carmen mantenían a su prole y familiares cercanos que se levantarían dentro de sus tutelas.

LOS HIJOS.-

A los nueve meses de realizado el matrimonio llega al seno del hogar: Pedro Enrique Padilla Hurtado, el primogénito, futuro médico y constituyentista a los 23 años, seguiría Francisco Elías, fallecido al cumplir el primer año de edad, y en orden sucesivo: Francisco Antonio (Toco toco) en 1924, farmaceuta de profesión y generoso de corazón; Miguel Elías, fallecido al año de su nacimiento; Manuel Gerónimo, graduado como ingeniero; Josefa Mercedes, desempeñaría como secretaria; Carlos Eduardo (perito agropecuario), Griselda, (docente) vendrían Álvaro, Carmen Amelia (farmaceuta), Virginia (bionanalista), Miguel, (almirante) Cecilia (docente), José (ingeniero) Delfina (arquitecta) y Alberto, todos ellos dignos y fructíferos, formados con valores y ejemplo de trabajo.

SUS DESPEDIDAS.-

En el año 1970 al cumplirse Las Bodas de Oro de los Padilla Hurtado, el poeta Héctor Avilio Torres trazaría un sentido poema, del cual se extraen unas líneas:

Dios bendiga vuestros lazos con cariño y armonía

Dios bendiga vuestro amor por siempre desde el altar

Dios bendiga siempre el pan que les depara cada día

Dios bendiga vuestros hijos, Dios bendiga vuestro hogar.

Para esa celebración diversas actividades y acciones benéficas se llevarían a cabo, entre ellas: apoyar en su totalidad la construcción de la iglesia Nuestra Señora del Pilar, situada en el añejo barrio Los Corrales, así como la donación de espacios contiguos para la construcción de nuevas vías y viviendas en la confluencia urbana. Parte este digno guasdualiteño a las moradas celestiales el 28 de abril de 1974, dejando para la posteridad el recuerdo de una vida de muchas huellas, sus restos reposan en el camposanto municipal. Doña Carmen muere el 10 de Septiembre de 1.991, sus restos reposan junto a los de su esposo en el panteón familiar del sacramental principal de Guasdualito, como legado dejó su luctuosa que solicita “Me ponen la dormilona, me envuelven con las sábanas, me ponen el Cristo y un rosario, la almohadita para la cabecera. La urna que sea sencilla, como ha sido mi vida. Me muero satisfecha y feliz. Dios el tributo después de mi muerte”.

Una de sus nietas, María Claudia Padilla la rememora de esta forma: “Muchas son las memorias de una madre de dieciséis hijos y abuela de cuantos más, silenciosa en sus oficios, observadora y sencilla, de sonrisa dulce, así nos recibía, en sus días sola se valió a pesar de su caminar, no paro ni dudo para entrar en la pajarera. Le quedaba tiempo para cuando caía la tarde, darse un baño y con aroma a Jean Nate, se dedicaba a tejer sin interrumpir, solo de pie se iba cuando a las cartas dedicaba otras tardes. Sus ricas hallacas eran de verdad, muy esperadas y que decir de verla hacer el queso de mano, delicia y receta que no pude escribir”.

En sus recuerdos el poeta José Juan Grieco Laporta expresaría lo siguiente: La “verdad es tan verdadera”, que por lo menos en el caso mío, yo consideré a las viejitas Hurtado y por extensión a la familia Padilla Hurtado como que si fueran parte de mi propia familia. Los recuerdos vividos en mi infancia, juventud y adultez en mi Guasdualito de entonces, así como en “La Estación Padillera” son recuerdos imborrables que me acompañarán hasta el día de mi muerte. Me recuerdo las “mañaneadas” a La Estación “dizque a ayudar” en el ordeño, luego las tareas de mano hechas luego del estrujo, tales como limpiar el corral, llevar las vacas y los becerros a sus respectivos potreros, luego barrer el patio, “guindarse” del “rabo de la bomba” para llenar los tanques elevados del agua de la casa y claro una vez concluidos los oficios venían aquellos opíparos desayunos llaneros, con su hermosa bandeja de arepas, suero, queso, carne frita, etc, con toda esa muchachada alrededor de la gran mesa presidida por don Francisco (qepd). Por supuesto que uno se paraba no porque se acababa la comida sino porque ya no nos cabía más nada en la tripa. Me recuerdo cuando mi “hermano mayor” Pedro Enrique agarraba un par de hachas y me decía Bose, vamos a tumbar un par de árboles secos al potrero porque falta leña, y después de terminada la faena le mostraba yo con orgullo las ampollas de las manos, y el muérgano me decía: “eso es lo que hace a los hombres, musiú”. Cuando había algún animal extraviado, me decía Pedro Enrique, “Bose te mandé a ensillar un mocho para que me acompañes al “Urero” pues allá apareció la vaca perdida y ahí salíamos los dos, pasábamos por el potrero de Sandalio Hurtado, por el estero y palante hasta llegar al sitio. (Dixit).

Para finalizar la publicación, ha sido para mí de mucho beneplácito, el haber resumido en parte, la trayectoria de este digno matrimonio cuyo aporte a la guasdualiteñidad es perceptible e imperecedero en el tiempo, honra a sus memorias.

ALJER.-.

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